lunes, 28 de agosto de 2017

SUBMARINE




Me gustaría que la vida se pareciera más a las teleseries americanas, de ese modo, cuando las cosas se pusieran dramáticas, podrías hacer un fundido en negro y dejar todo para otro momento.








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Al amor le pertenecen los colores primarios, a su naturaleza se le deben todos los otros tintes de esa mirada que llamamos realidad. Su estado esencial no necesita de nomenclaturas, o se está en él o se está bajo del agua. Esto bien lo sabe el director Richard Ayoade, quien narra la historia de Oliver Tate (Craig Roberts), un adolescente enamorado de su compañera de curso, Jordana (Yasmin Paige), quien perturbado por la eventual separación de sus padres, termina por boicotear la que sería su primera relación romántica. El director, nos sumerge en la historia como si fuera un gran videoclip, donde cada una de las canciones hacen de ella algo más real, como bien le dice el padre al joven, cuando le regala un casete que contiene la banda sonora que lo acompañará en este nuevo periodo de su vida, la del primer amor. La música, de esta manera, nos habla como si fuera otro personaje, se convierte en un narrador omnisciente que cuenta aquello que los otros no logran pronunciar, es que no siempre se sabe claramente dónde se está y qué se hace, o a las palabras les falta la música necesaria para dar cuenta de aquello que sentimos.

Submarine, es pulsión y melancolía, en ella el amor se enreda producto de su propio paso por el tiempo. Vemos cómo nace a través de los jóvenes, mientras pareciera desvanecerse en los adultos, para luego jugar a la inversa y encontrarse en un punto donde los corazones se rinden para ingresar juntos al mar, sea lo que sea que eso signifique.

La película, si bien habla de una etapa que ahora me es lejana, el sentimiento no lo es tanto, pero esta vez no me refiero al del amor más puro y esencial, como aquel que se tiene a los quince años, sino a ese sentimiento azul abismante como el agua del mar. No hablo de la orilla donde nos bañamos sin dificultad, sino a esas millas de profundidad donde la vida no es posible. Porque al amar demasiado, la caída pareciera ser un sino inevitable, y las razones para evitar el suicidio total, suelen ser las mismas que impiden que este se realice. En este sentido lo que es Jordana para Oliver, para mí fue M y alguien más. Entre cada uno de ellos, me hundí, y caí en ese tiempo donde la perdida significa también que me perderse. Sin embargo, sin saber nadar, ni respirar bajo el agua sobreviví, no sé cómo, pero lo hice. Durante ese periodo la filmación de mi vida sólo me comprometía en un fuera de campo, nada pasaba dentro de ella, sino más allá de sus marcos, en aquel lugar donde la mirada no es posible. Me pregunto si siempre de ese arrebatador rojo hipnotizante del amor, deviene el azul profundo que se encuentra frente a él. ¿Acaso, es posible amar sin transitar por ese diálogo entre colores? Realmente no lo sé, sin embargo, puedo dar cuenta de esos dos lugares y de un tercero, cuando se vuelve, cuando se posible jugar con las olas, jugar con volver a sumergirte  sin tener miedo, jugar a que en algún instante habrá alguien más en esa película que hemos decido narrar y llamarla vida.



  • Título original: Submarine
  • Año: 2010
  • Duración: 97 min.
  • País: Reino Unido 
  • Director: Richard Ayoade
  • Guion: Richard Ayoade (Novela: Joe Dunthorne)
  • Música: Andrew Hewitt (Canciones: Alex Turner)
  • Fotografía: Erik Wilson
  • Reparto: Craig Roberts,  Yasmin Paige,  Sally Hawkins,  Paddy Considine,  Noah Taylor, Darren Evans,  Elinor Crawley,  Steffan Rhodri,  Gemma Chan
  • Productora: Coproducción Reino Unido-EEUU; Film4 / Film Agency for Wales / Red Hour Films
  • Género: Drama. Comedia. Romance | Comedia dramática. Adolescencia. Años 80
  • Sinopsis: Oliver Tate (Craig Roberts) es un peculiar chico de 15 años que tiene dos objetivos: impedir que su madre abandone a su padre y encontrarse a sí mismo aunque sea a través de una chica. (FILMAFFINITY)